04 Jul Cuidar la relación de pareja
La relación de pareja puede ser motivo de grandes goces, así como de grandes dolores. Tantos los unos como los otros suelen atribuírsele al otro, cuando realmente donde nacen es en uno mismo.
Habitualmente la pareja comienza con el enamoramiento, lleno de placer. En ese momento vemos al otro en su brillo, en su luz y en toda su abundancia. Realmente no estamos viendo al ser completo que es, si no que vemos una proyección de nuestros propios ideales. Estos ideales tienen que ver con las fantasías de como rellenar nuestros huecos vacíos, nuestras heridas emocionales, de que nos den lo que no hemos tenido o no hemos tomado.
Después van pasando las cosas, los días y la vida. Entonces me encuentro con que el otro es mucho más amplio, ¡menos mal!, y aparecen esas cosas que ya no me gustan tanto, o que incluso detesto, y esto suele devenir en conflictos que duelen.
A veces los conflictos se esconden bajo el trabajo, la velocidad cotidiana, los hijos, o incluso bajo el silencio.
Antes de que la distancia se convierta en una crisis mayor, recomendamos a las parejas pararse, dedicarse tiempo y espacio para revisar, reencontrarse, reconectar, reconocerse y reconstruir.
Es importante recordar que la naturaleza y estructura de cada relación de pareja es única y especial, por lo que no existen consejos ni recetas mágicas. Lo que aquí os dejamos son suaves aspectos a tener en cuenta a la hora de cuidar la relación (si es que tienen un sentido para vosotros):
– Sentarse uno frente a otro y mirarse a los ojos, permanecer sin más objetivo que el de hacerse presente y ver, más allá de las palabras, al compañero o compañera que hemos elegido. Cuando hacemos silencio en pareja y nos permitimos la mirada mutua, pasan muchas cosas de las cuales no nos damos cuenta durante la prisa del día a día.
– Ampliar la mirada. Verme a mí y ver al otro con toda esa mochila que ya traemos y que da sentido a las actitudes, formas de ver, opiniones, etc. de cada uno.
– Dedicar un pequeño tiempo diario a charlar del sentir de cada uno, cuidando la comunicación, donde el silencio es un aliado para la escucha activa. Es importante atender que cuando uno habla, el otro escucha de verdad, no es una espera para su turno, si no una oportunidad para ver (mirada abierta), comprender y validar al otro. De hecho, recomendamos que haya tiempos pactados, por ejemplo 15 minutos para cada uno, sin interferencias del otro. También es importante que en estos espacios no se atienda la logística, el trabajo o los hijos, si no las necesidades, emociones, vivencias, etc. personales o en referencia a la pareja.
– Cuidar las palabras. Hablar desde uno, por ejemplo, no es lo mismo decir “he llegado tarde a mi clase danza porque tú no has atendido a nuestro hijo” que “me siento enfadada por haber llegado tarde a mi clase de danza” . Poner atención a no entrar en una lucha de poder para ver quién tiene la razón, quién es la víctima o el verdugo, o qué está bien o mal. Cuando la comunicación es una batalla, la relación es la guerra, y nuestra pareja se convierte en un enemigo, alguien que en nuestra fantasía nos hiere, en vez de ser un aliado de nuestro bienestar. Un buen antídoto para la guerra emocional, es el reconocimiento y el agradecimiento de aquello que hace nuestra pareja y que nos aporta satisfacción, placer o bienestar.
– Agendar un tiempo semanal exclusivo para la pareja. Cuando la pareja lleva un tiempo en relación es posible caer en el “dar por hecho”, esto tiene que ver con la creencia de que como ese área ya está cubierta y conquistada, ya no hay más que hacer, y no, todo lo contrario, es cuando comienza la gran oportunidad de crecimiento. Para ello la relación necesita de espacios de atención exclusiva, donde se le de voz, luz, cuerpo y lo que haga falta.
– Cuidado y respeto. La relación de pareja, como todo organismo vivo requiere un cuidado para nutrirse y seguir creciendo. Como si de un jardín se tratara, necesita que se atienda, se abone, se riegue, se le quiten las malas hierbas, etc. El cuidado hace crecer el afecto y el sentimiento de pertenencia. El cuidado nos hace sentirnos amados. Además, en la relación de pareja se ponen en juego necesidades individuales que cuando son respetadas, nos sentimos tenidos en cuenta y reconocidos, más allá de la relación. El deseo de conocer y atender qué necesito yo y que necesita el otro, tanto de manera individual como en pareja, alimenta una relación sana y madura.
– Intimidad y contacto físico. Desnudarnos, mostrarnos vulnerables y pedir. Acoger la desnudez del otro, su fragilidad y dar. El cuerpo necesita ser tocado, sentir y estremecerse. Y además de al cuerpo, también nos referimos a algo más profundo.
Cada pareja es un contrato único, porque hay un compromiso de entrega y una demanda de recibimiento, y además éste está vivo. Por este carácter dinámico, no basta con quererse, si queremos una relación de pareja saludable, amable y placentera, necesita que su vivencia se aliñe con amor del bueno; presente, consciente y responsable.
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