04 Jul De pareja a familia
El tránsito de pareja a familia mueve los cimientos personales y por extensión de la relación en sí misma. La realidad se impone a las fantasías, expectativas y deseos, especialmente en los padres y madres primerizos, ya que el espacio personal y de pareja debe transformarse para dar lugar al ser que acaba de nacer.
Cuando nace un hijo, lo que pasa en la pareja no suele ser a causa del nacimiento, si no que era lo que venía pasando antes, que se ha amplificado. Si había una mala comunicación, está se potenciará, si había respeto, también.
Cuidarnos nosotros, la relación y al bebé, teniendo en cuenta el cambio, siembra la semilla de cómo la pareja quiere ir creciendo y madurando en su relación, incluyendo en ella la paternidad y la maternidad.
Ante el inevitable movimiento al pasar de ser pareja a familia, compartimos algunos aspectos que consideramos importante tener en cuenta:
– Conocer las necesidades del bebé y la importancia del vínculo primario, que repercutirá en su salud presente y futura. Cuando unos nuevos padres sienten el bienestar de su hijo, se van a sentir orgullosos del proyecto común y del equipo que son, reforzando la relación de pareja.
– Responsabilizarse; recordar que el ser padre y madre ha sido y es una elección. En los momentos de dificultad tendemos a olvidar que somos nosotros quienes hemos decidido dar ese paso y acabamos culpando al otro o a la vida misma de la frustración y de la insatisfacción de los tropiezos.
– Estar atentos para reconocer y validar las propias emociones, así como las de la pareja. Compartir el sentir y la vivencia personal hará que la pareja se viva como cómplice y aliada.
– Hacer equipo reconociendo el objetivo común del bienestar conjunto e individual, viviendo la diferencia dentro de la pareja con respecto a la crianza como una riqueza y no como una distancia. Volvernos más flexibles aceptando la imperfección del compañero a través de la aceptación de la propia imperfección.
– Celebrar el momento, los pequeños logros conseguidos, y valorar los detalles de lo cotidiano. Es un tiempo que pasa rápido y requiere de paso lento.
– Meter el sentido del humor, poder reírnos de nosotros y de las situaciones ayuda a aflojar y a relativizar.
– Entender como algo natural el ser más madre y padre que pareja en un principio, y que conforme los hijos van creciendo, la relación de pareja va ampliando sus espacios exclusivos.
– Cuidar la relación de pareja siempre es posible. Lo que hay que tener en cuenta es que se cuidará desde lugares diferentes a los que estábamos acostumbrados. Esto es una oportunidad para abrirse a nuevas formas de encuentro.
– Ampliar la mirada hacia la sexualidad, explorando otras formas de contacto íntimo, que no sólo tengan que ver con lo coital y lo genital. Hay un error extendido con la idea de que la mujer pierde deseo, y no es así, si no que este no corresponde con el modelo falocéntrico y patriarcal. Por ello, vuelve a ser una oportunidad de experimentar y crecer.
– Reconocer las necesidades y limitaciones propias, de la pareja y de la nueva familia, y desde ahí darse el permiso de pedir ayuda y apoyo a los familiares y amigos. Nos merecemos ser cuidados y nutridos, y así el cuidar y el nutrir es más gozoso.
– Buscar acompañamiento terapéutico, ya sea de manera individual o haciendo parte de grupos de crianza, de acompañamiento al puerperio, de mujeres , de hombres, de parejas, etc.
No creemos que haya recetas mágicas, creemos que cada persona es un mundo, y cada pareja y familia un universo, y sois vosotros quienes debéis descubrir vuestras certezas interiores en cada momento.
La transformación de la pareja tras el nacimiento de un hijo puede ser un punto de inflexión y una estupenda oportunidad de desarrollo si estamos dispuestos a ampliar nuestra mirada y a trabajar con honestidad en nuestro interior.
No hay comentarios